La desesperación me hacía poeta,
las mujeres me hacían poeta,
las calles me hacían poeta,
los hospitales,
la tristeza,
la enfermedad;
todo eso me hacía poeta.
Estaba a punto de morir
y seguía siendo poeta.
Era todavía un niño cuando empecé a ser poeta
al distanciarme de los demás y comprobar
que no hay bondad
en nadie
salvo las putas
los bizcos
los tarados
e incluso estos no dejan de joder.
Me enterrarán en un cementerio de automóviles,
muy al final, donde ya no ardan las ruedas.
Me enterrarán con mi mujer
y los gusanos comeran de ambos.
La naturaleza será más sabia
por una vez.
Bird, de Andrea Arnold
Hace 2 semanas